top of page

Silencio en los Bajos de Argüelles

 

Los vecinos llevan denunciando la situación conflictiva que se vive en Aurreá desde hace años

Alberto Sánchez de la Peña  03 de marzo de 2015

Actualizado 20 de marzo de 2015

 

Paula mira apenada todo aquel laberinto de pasadizos, rampas y túneles encerrados en mitad del barrio de Gaztambide. Un olor a orina seca ahonda los rincones de aquel complejo al aire libre; el rastro de un vómito disecado se desliza por una rampa de baldosas destrozadas. Las verjas rojas oxidadas delimitan cada salida y entrada dándole al lugar un ambiente claustrofóbico, como si fuera una cárcel con todas sus puertas abiertas y aun así nadie querría escapar. Es domingo por la tarde y aún persisten las huellas de la noche anterior en los bajos de Argüelles, nadie ha ido limpiarlas.

 

            Esta anciana de 80 años lleva la mitad de su vida viviendo sobre este hervidero de bares, salas y discotecas. “Los viernes y los sábados esto es un infierno, se oyen peleas de fondo y la policía tiene que venir cada dos por tres”. Hace dos semanas recuerda que volaron botellas y varios jóvenes comenzaron a pegarse entre ellos teniendo que acudir la ambulancia y varios coches patrulla para calmar todo aquello. No es una vida tranquila, las comunidades de vecinos de todos los edificios que se yerguen sobre los bajos de Aurreá han interpuesto ante el Ayuntamiento numerosas demandas, siempre desoídas por la cantidad de negocio que genera aquel lugar escondido en el distrito de Moncloa.

 

        Historia de de los bajos

 

            La Movida Madrileña fue el detonante. Los seguidores del heavy metal y del rock empezaran a frecuentar aquellos garitos que poco a poco se hacían un nombre entre los núcleos de fiesta del Madrid de los años 80. En torno a 60 locales hicieron de los bajos de Argüelles el centro de reunión por excelencia de todas aquellas personas que se quisieran enfundar las chaquetas de cuero y las botas puntiagudas, el pelo largo desaliñado y los pitillos ajustados. Todos se conocían entre ellos y acababan por ponerse motes como El Tripi, El Cejas o Tonny El Zappa. Hoy algunos ya están casados, han dejado ya The Rolling Stone y The Deep Purple en los vinilos de la estantería y sólo les quede recordar glorias pasadas en los grupos de Facebook suspirando un “qué tiempos”.

 

            El Orión, Lemmy, Spectro, TNT…, la vieja guardia siguió manteniendo durante los 90 el convencimiento de saberse fuertes en estos pubs de los bajos de Argüelles. Sangre joven proveniente de la Ciudad Universitaria también se unió en una década en el que los géneros musicales más guitarreros siguieron sonando en Aurreá. Muchos jóvenes coinciden en que en periodos de crisis y momentos sociales difíciles, escuchar rock o heavy metal es una forma de evadirse y de identificarse con canciones de grupos que llenaron toda una generación.

 

       Caida y desgracia 

 

           La irremediable decadencia del lugar y la popularidad creciente de barrios como Malasaña acabaron por destrozar este lugar de culto. Los heavys resultaron ser una tribu urbana más que se reunían allí cada fin de semana. Punkys, amantes de grunge…, todo ello conformaba el nuevo mapa demográfico al que se le unió la politización del lugar. Bandas de extrema izquierda y extrema derecha ocuparon a principios de siglo, y siguen ocupando, algunos garitos y calles aledañas a los bajos. Las trifulcas comenzaron a incrementarse -recuerda María Luisa, vecina de uno de los edificios de Argüelles-. Las peleas eran muy violentas y la policía tenía temor a actuar ante la posibilidad de generar más enfado y provocar que estas bandas destrozaran el mobiliario urbano y los coches aparcados entre Gaztambide y Guzmán el Bueno. “En 2007 hicimos una manifestación porque no aguantábamos más estas peleas”

 

            La ley ‘antibotellón’, aprobada en 2002, fue otra de las causas por las que los bajos de Aurreá perdió una considerable afluencia de gente. Los macro-botellones que se organizaban en el Parque del Oeste, y que resultaban ser la principal fuente de público de los garitos de Argüelles, fueron disueltos. Los dos pasillos, de unos 800 metros cuadrados, que conforman los bajos fueron puestos bajo vigilancia de la policía y de la seguridad privada contratada por los vecinos, “pero no sirvió absolutamente de nada, la gente seguía bebiendo en cada rincón”, dice Maria Luisa mientras agita los brazos abarcando todo ese complejo de ocio hoy denostado por el paso del tiempo.

 

            En 2004 otra ley, la de regularización de las licencias de los locales, puso en jaque a los pubs y discotecas que llevaban operando desde sus inicios con licencias de cafeterías. Fue simple su elección, o se acogían a la nueva normativa y conseguían una licencia especial con sus locales remodelados a las circunstancias legislativas, o clausuraban miles de historias en una barra con una banda de precintar colocada en la puerta. Entre 2007 y 2008 una veintena de locales fueron clausurados en los bajos de Aurreá. Jose, heavy mejicano que llegó a España hace dos semanas, lleva buscando todo el día piso cerca de los bajos. Dice que le da igual cuantos garitos cierren las "leyes absurdas", quiere una casa cerca de su música.

 

          Lo que queda 

 

Con la luz de la tarde, todo aquel rincón escondido de Argüelles asola con su decadencia los ojos de Paula. Ella piensa que todo aquel laberinto de rejas rojas, escaleras cruzadas y plazoletas enormes no han servido más que para dar cabida a gente que ha creado nuevas ideologías, nuevas tendencias políticas. Lo señala como algo negativo, como si de allí hubiera surgido el germen de “algo” que deshará todo en lo que ella ha creído.

 

      “Ninguna ley ha servido para este lugar”, afirma tras una breve pausa en silencio manchada por el ruido de las corrientes de aire que recorren los bajos. Los charcos reflejan las luces palpitantes del techo, los graffitis inundan las paredes, como jeroglíficos urbanos sin forma de comprenderlos. Abandonado unos días por el ocio de la noche, los bajos volverán a encender sus luces el próximo fin de semana, quizá con el tiempo contado antes de que chapen el último garito. 

 

Compartir:

 

© 2015 Soy de Barrio Creado por Alumnos de Periodismo de la Universidad Rey Juan Carlos

bottom of page