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Limosnas entre vagones

Los trenes se convierten en un nuevo escaparate para músicos y mendigos que quieren conseguir unas monedas fáciles

 

Alberto Sánchez de la Peña  24 de marzo de 2015

Un sol decaído refleja con destellos anaranjados la suciedad pegada en los enormes cristales. El tren acaba de abrir sus puertas en la estación de Leganés. Suben pocos viajeros en la parada, el último de ellos es un hombre de cuarenta y pico años con la cara marcada, tez tostada y una barba de dos, tres o cuatro días. Se coloca justo en frente de las puertas y haca un amago de suspiro prolongado mientras empieza a mirar a uno y otro lado del vagón. “Me llamo Miguel, tengo cuarenta y pico años y estoy en la calle. Salí de la cárcel hace dos semanas, me metieron por drogas, pero ya estoy rehabilitado. Ahora busco una salida a mi vida y por ello pido la caridad de ustedes para sobrevivir en estos tiempos difíciles.” Miguel recoge el salario que se ha ganado tras el discurso, 4 o 5 monedas que le dan tres viajeros solidarios. En la siguiente parada decide bajarse del tren, el de la vida.

 

            “Siempre son hombres, nacionales o extranjeros, pero nunca se ve a una mujer pidiendo en los trenes, a no ser que sean de alguna secta religiosa o mafias del este.” Quien habla es José, vigilante de Cercanías en la línea C-4. A menudo, tanto él como su compañero tienen que actuar para evitar la mendicidad en los trenes, porque Renfe no lo permite. Le pregunto si tocar la guitarra o cualquier otro instrumento para luego recoger monedas que espontáneamente te dan también se considera mendicidad. “Yo no lo metería dentro del mismo saco, pero existe la misma política para méndigos que para músicos.” A veces, dice, hacen la vista gorda porque disfrutan de la actuación.

 

            Son las 11 de la mañana, un cercanías pasa por la estación de Villaverde Bajo. En su interior está Juan, conectando algunos cables a su amplificador de pilas mientras afina su guitarra clásica. Es un curtido de la música que toca a base de arpegios cualquier canción pop que la gente conozca, en este caso es “Caminando por la vida” de Melendi. Aflamencado su estilo, todo el vagón le acaba mirando, algunos niños empiezan a bailar siguiendo el ritmo de la canción, y finalmente consigue bastantes monedas.

 

         Malos datos

            En España una de cada cinco personas está bajo el umbral de la pobreza según el Instituto Nacional de Estadística. Estos datos son de 2014, donde los menores de 16 que están en riesgo de pobreza llega hasta los el 26,7%. En Madrid la cifra se queda en un 13,4% del total de la población según la misma institución, una de las tasas más bajas del país. Pablo pertenece a esa población que está al otro lado de la línea, donde luchan día a día con llevar la lacra definitoria de pobre por estar sin empleo, sin prestaciones sociales, y pendiente de que no le falte cada día una medicación que sí o sí debe tomar para evitar cruza otro umbral, el de la muerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         

   Pablo va explicando poco a poco su situación a los pasajeros de un tren que se dirige al Escorial. En esta línea no suele haber mucha gente pidiendo porque atraviesa pueblos alejados de Madrid y no barrios periféricos donde la crisis afecta más y acumula a una importante población en riesgo de exclusión social. Pablo tiene 60 años, forzado a una prejubilación que no quería pide unas cuantas monedas exclusivamente para pagar los medicamentos que lo mantienen con vida. Viste jersey elegante y una camisa azul que le hace aparentar lo que en realidad no es; 4 euros es lo que consigue en ese vagón tras contar su vida después de cruzar el umbral de la pobreza.

 

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Tags: Villaverde

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